Lucho Tempestilli

Una cruda realidad

jueves, 20 de noviembre de 2008


De regreso a casa, después de fracasar en todos mis intentos, junté coraje y lo miré a los ojos. Su mirada reflejaba a un chabal de mucho valor y con una fuerza capaz de separar montañas, lo que me hizo pensar de inmediato, que si algunos años atrás lo hubiesen subido al ring a luchar contra Martín karadajian, la momia o el escoces, los titanes más fuertes de ese entonces, se hubiese llevado sin ningún lugar a dudas, el primer puesto. Y ahora estaba tan indefenso, algo que no coincidia con lo que había percibido en sus ojos. De sus pantalones desbordaba un río de orina que recorría toda la vereda y en caída libre llegaba a la calle rompiendo como una ola de esas que se forman en Maui. Mi cara se reflejó en el charco, y ahora miré mis ojos, y me di cuenta de que los años no vienen solos, de que hay que luchar hasta el final, y de que diferentes son las realidades que nos tocan vivir. Levanté la mirada y él seguía ahí tirado, junto a su amiga inseparable, tímida y de poco hablar, su nombre es soledad, juntos comparten, muy a menudo, cualquier vino barato que consiguen en el almacén de barrio, o en el supermercado chino que está a pocos metros. Él es un prisionero, perdió la guerra que luchamos todos, una guerra inútil contra un enemigo que posee las armas más peligrosas, las coimas, la corrupción, los sobornos, entre otras cosas, que consiguen con el dinero nuestro. Tantas injusticias lo mandaron a vivir abajo de un puente, el puente que lo vió crecer. Su nombre es Pisulino, si queres concerlo ponete los walkmans y sacá boleto hasta Panamericana y Ruta 202, seguro que con tu companía se va a sentir bien, pero mejor se va a sentir, si llevás una sprite de litro y medio abajo del brazo para tomar un rico tinto de verano.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

a algunos se les hace como una capa de vidrio en los ojos, como si tuvieran cataratas